1. Gén. 3,915.20. Pongo hostilidad entre tu descendencia y la suya
2. Ef. 1,36.11-12. Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo.
3. Lc. 1,26-38. Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo
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Reflexión – Sí es Sí
La inmaculada concepción de María es un dogma de fe de la Iglesia católica proclamado en 1854. “Dogma” proviene del griego y, en su sentido original, significa “parecer, opinión o creencia”. La invitación no es a acogerlo como algo que debe ser creído a la fuerza, sino como la propuesta a unirnos, en fe, a la gran cadena de creyentes que reconocen la singularidad de María en la obra redentora de Dios.
Lo que expresa este dogma nace del asombro del creyente ante el misterio de la Encarnación, acontecimiento que se cumplió en María de Nazaret, mujer que, absolutamente fiada de Dios, colaboró con Él e hizo posible la venida del Señor a nuestro mundo.
Dios, siempre sorprendente, elige así venir a habitar su pueblo: desde abajo, desde dentro, desde cerca…, como un bebé y por la puerta pequeña de la historia, como uno más de los miles que nacen anónimamente de una mujer joven y humilde, en un pueblo pobre. El pueblo creyente expresa, a través de este dogma, su convicción de que sólo donde no hay pecado el Verbo puede ser engendrado y nacer. Y eso sucedió en María.
El texto del evangelio muestra cómo el Verbo se encarna a través del diálogo entre Dios y ella, un diálogo en el que María se dispone -en libertad- a ser madre del Hijo divino. Un diálogo que manifiesta la consciencia que ella tiene de lo que supone, en su vida y en la vida de su pueblo, tal acontecimiento. María no es ingenua. Por eso dialoga, pregunta, escucha, acoge, asiente. Hace posible el diálogo sabiendo quién es Dios y quién es ella. Por ello su respuesta es tremendamente poderosa en su radical sencillez: María se dispone no “a hacer”, sino a permitir “que se haga”. Y porque se vacía de todo aquello que pueda impedir la acción de Dios en su vida podrá ser “llena de Gracia”.
La celebración de esta fiesta nos invita a agradecer a María el “sí” que transformó la Historia. El “sí” que brotó desde la hondura de una mujer disponible a la Palabra del Señor, valiente en la respuesta, decidida en el compromiso, diligente en el servicio. En ella encontramos no un modelo al que admirar, sino una creyente con quien caminar tras las huellas de su Hijo. El Verbo continúa hablando y busca el diálogo con nosotros. Respondámosle, en libertad, con nuestro propio y personal “sí”. Con María digamos “sí, hágase en mí según tu Palabra”.