- Ex. 3,1-8.13-15. “Yo soy” me envía a vosotros.
- I Co. 10,1-6.10.12. La vida del pueblo en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro.
- Lc. 13,1-9. Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Reflexión:
- A ver si da fruto. Hace unos años Juan Bautista Metz publicó un pequeño libro que causó verdadero impacto entre los católicos alemanes. Según el prestigioso teólogo, en la Europa actual no es la religión la que transforma a la sociedad burguesa. Es, más bien, ésta la que va rebajando y desvirtuando lo mejor de la religión cristiana.
- No le faltaba razón. Día a día vamos interiorizando actitudes burguesas como la seguridad, el bienestar, la autonomía, el rendimiento o el éxito, que oscurecen y disuelven actitudes genuinamente cristianas como la conversión a Dios, la compasión, la defensa de los pobres, el amor desinteresado o la disposición al sufrimiento.
- Qué fácil es vivir una religión que no cambia los corazones, un culto sin conversión, una práctica religiosa que nos tranquiliza y confirma en nuestro pequeño bienestar, mientras seguimos desoyendo las llamadas de Dios. ¿Cómo es nuestro cristianismo? ¿Nos convertimos o nos limitamos a creer en la conversión? ¿Nos compadecemos de los que sufren o nos limitamos a creer en la compasión? ¿Amamos de manera desinteresada o nos limitarnos a vivir un amor privado y excluyente, que renuncia a la justicia universal y nos enejen-a en nuestro pequeño mundo?
- ¿Cómo puede ver Dios un «cristianismo estéril»? La parábola de Jesús nos habla de un señor que busca inútilmente los frutos de una higuera que no le da higos. La higuera es estéril. No hace sino «ocupar un terreno en balde». El señor, sin embargo, no la corta ni destruye. Al contrario, la cuida todavía mejor, y sigue esperando que un día dé frutos. Así es la paciencia de Dios. Después de veinte siglos de historia, sigue esperando un cristianismo más vigoroso y fecundo.
- Tres actitudes nos pueden ayudar a irnos liberando del «cautiverio de una religión burguesa». En primer lugar, una mirada limpia para ver la realidad sin prejuicios ni intereses; las injusticias se alimentan a sí mismas mediante la mentira. Después, una empatía compasiva que nos lleve a defender a las víctimas y a solidarizarnos siempre con su sufrimiento. Por último, sencillez de vida para crear un estilo de vida alternativo a los códigos vigentes en la sociedad burguesa.