Domingo 22 de septiembre de 2019 – XXVº del T.O. – Dios se arrepiente

El administrador infiel
El administrador infiel
  1. Am. 8,4-7. Contra los que comparan al indigente con plata.
  2. I Tim. 2,1-8. Que se hagan oraciones por toda la humanidad de Dios.
  3. Lc. 16,1-13. No podéis servir a Dios y al dinero.

 

Hoja litúrgica

Aprender a perdonar

 

Reflexión:

  • Jesús, en la mayoría de sus parábolas, más que enseñar, pretendía provocar y zarandear a unos oyentes tranquilos y pasivos. Esta parábola es un buen ejemplo. Jesús se dirige a unos oyentes conformistas y aletargados, que percibían la novedad de su mensaje, pero no entraban en una dinámica de cambio. Se sentían falsamente seguros y no eran conscientes de los riesgos que corrían con su pasividad. No se tomaban en serio la llamada de Jesús a la conversión 
  • Para sacudir esa especie de apatía, les presenta esta historia sorprendente, escandalosa y provocativa. De entrada, resultaba desconcertante: ¿cómo se puede felicitar a un administrador que no sólo robaba a su señor, sino que, cuando se descubre su corrupción, se vale de las peores artes para asegurarse su futuro? 
  • Elogio de la “sagacidad”. No se alaba su proceder, sino su manera de hacer frente a una situación comprometida en la que estaba en juego su futuro. Se elogia su “sagacidad”. 
  • Esa sagacidad es la suma de tres actitudes: 1) su lucidez y clarividencia: «¿qué voy a hacer ahora?: para cavar no tengo fuerzas, mendigar me da vergüenza…». 2) la reflexión e «dijo: ya sé lo que voy a hacer»; 3/ la diligencia y rapidez: «llamó a los deudores de su amo y les dijo: aprisa, siéntate y escribe…» 

Estas actitudes son las Jesús quiere provocar también en sus oyentes, demasiado tranquilos y pasivos. 

  • Una lectura “personal” No nos damos cuenta de los riesgos que corremos. Vivimos superficialmente. Y esto es peligroso. La tibieza en la fe y la mediocridad en la vida son peores que un pecado, porque contagian una ceguera cómoda y autosuficiente, donde todo termina pareciendo lícito. Hace años el escritor cristiano Louis Évély hacía esta lúcida advertencia: “El pecado más grave, y por tanto el más mortal, no es el que provoca más escándalo, sino el que consentimos sin mala conciencia y sin sentir la urgencia de cambiar”.  Pecado de omisión.
  • No aplazar la decisión. Una vez que tomemos conciencia de esta situación, tenemos que tener en cuenta los medios y oportunidades que nos ofrece nuestra comunidad parroquial o algún movimiento cristiano, para salir de esa mediocridad, tranquila y anestesiante. Dice el Papa Francisco: “¡Cuántas veces nos sentimos tironeados a quedarnos en la comodidad de la orilla! Pero el Señor nos llama para navegar en aguas más profundas. Por eso nos dice ¡Remad mar adentro!” 

Una oración comunitaria 

Tú nos enseñas, Señor, a ser listos, 

hábiles y prudentes para el bien 

en vez de para el mal. 

Líbranos de la astucia de los egoístas. 

y enséñanos el valor de la honradez 

en las pequeñas historias de cada día, 

para que, siendo honrados en lo pequeño 

también lo seamos en las cosas grandes. 

Haznos astutos de lo bueno. 

Necesitamos tu sabiduría 

para llenar el paisaje de la vida 

con la hierba menuda, pero eficaz, de la honradez. 

Amén.