
- Habacuc. 1,2-3;2,2-4. El justo por s fe vivirá
- II Tim. 1,6-8.13-14. No te avergüences del testimonio de Ntro. Señor
- Lc. 17,5-10. ¡Si tuvierais fe!
Reflexión:
- Me hace bien, en esta sociedad pluralista, poder dialogar de manera sincera y abierta con esos hombres y mujeres que los cristianos llamamos «increyentes» porque no coinciden con nuestra fe religiosa, pero que, en realidad, son personas que tienen sus propias convicciones y principios.
- Son estos amigos y amigas que no comparten mi fe los que, con sus preguntas y sus críticas, me estimulan corno nadie a revisar la imagen que realmente tengo de Dios. Ellos hacen mi fe más humilde, pues me ayudan a no confundir a Dios con lo que digo acerca de él. Junto a ellos siento que Dios es un Misterio más grande que todos nuestros argumentos y «teologías».
- Conociendo la búsqueda sincera, la lucha interior y el deseo de verdad de algunos de ellos, he percibido que el Espíritu de Dios está presente en su corazón. Y más de una vez me he quedado en silencio preguntándome por la verdad de mi adhesión al Evangelio y la sinceridad de mi seguimiento a Cristo.
- Juntos hemos podido compartir la misma fe en el ser humano, el mismo deseo de paz y de justicia, el mismo dolor ante las víctimas de la violencia. Ellos me ayudan, además, a amar a la Iglesia sin arrogancia alguna, pues me hacen ver que no tenemos el monopolio del amor y de la generosidad.
- Me conmueve ver a algunos dudar de su increencia. Alguna vez alguien me dijo que la actitud de respeto y comprensión que veía en mí y en otros cristianos le cuestionaba más que todas nuestras palabras. Aquel día comprendí un poco mejor que a Dios sólo se le puede comunicar amando a las personas.
- En la Iglesia se habla mucho del testimonio que hemos de dar los cristianos en medio de esta sociedad indiferente y descreída, pero apenas pensarnos en escuchar y dejarnos enseñar por quienes no comparten nuestra fe. Y, sin embargo, pocas experiencias hay más enriquecedoras que el diálogo y la mutua escucha entre personas que buscan con sinceridad a Dios. Un diálogo que, en más de una ocasión, deja paso a una súplica pronunciada de manera diferente por cada uno, pero que, en el fondo, es la oración de los discípulos a Jesús: «Señor, aumenta nuestra fe».