PREGON DE ADVIENTO
Hombre de hoy,
¿dónde has puesto tus ojos,
dónde tienes tu esperanza?
Hombre de hoy,
¿dónde tienes la meta de tu caminar?
Tienes hambre de todo y nada te sacia.
Tienes, tienes, tienes…
y tu tener no te da felicidad.
Te prometen y sigues decepcionado.
Hombre de hoy,
¡abre los ojos a lo que no esperas!
Mira, por los montes llega un hombre frágil,
sin apariencia especial.
Mezclado con los pecadores
se bautiza como uno de tantos
y nadie reconoce su don.
Sólo el Bautista confiesa:
“Soy yo el que tiene que ser bautizado,
no tú, autor del bautismo”.
Este hombre frágil es el brote
que Dios ha sembrado entre los hombres
para que germine el Reino prometido.
Hombre de hoy,
escucha tu sed y tu hambre siempre insaciables
y abre tu corazón a lo nuevo.
Todo lo nuevo está dentro de Él.
No lo busques en tener,
ni lo busques en palabras que sabes que nunca se cumplen.
Hombre de hoy,
escucha tu soledad
y déjate encontrar por Aquel que viene a buscarte
en la fragilidad del silencio,
en la promesa que anuncia:
“Dios quiere al hombre. Hoy se acuerda de él”.
Ulibarri, Fl.
LA CORONA DE ADVIENTO
Un signo para vivir más comprometidamente el Adviento
- Origen de la corona de Adviento
Los antiguos pueblos europeos, sobre todo germanos, prendían velas durante el invierno para pedir al dios Sol que regresara con su luz y calor. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas: las velas, colocadas en forma de corona, servían para para esperar a Cristo, celebrar su nacimiento y rogarle que infundiera su luz en sus almas.
Ya en el siglo XVI, católicos y protestantes alemanes utilizaban este símbolo para celebrar el Adviento. Entre nosotros también se ha extendido durante los últimos años la tradición de la corona de Adviento: cuatro velas que se van encendiendo en la eucaristía de los domingos de Adviento –o en las familias, en casa, durante las comidas o en otro momento–, colocadas sobre una corona vegetal.
- Los símbolos de la corona y de las velas
La corona –circular– recuerda que Dios no tiene principio ni fin y permanece para siempre. Y que nosotros debemos renovar permanentemente el amor a Dios, concretado siempre en el amor a los demás.
Las ramas verdes –de pino, abeto…–representan la esperanza y la vida. En la corona de Adviento nos recuerdan que Cristo está vivo entre nosotros y aluden al crecimiento espiritual que debemos cultivar durante el Adviento.
Las velas, con su luz, nos ayudan a ver más claro, a ser clarividentes, de modo que podamos ver lo que habitualmente nos vemos, reflexionar sobre ello y actuar en consecuencia.
Las cuatro velas representan cada domingo de Adviento. Por eso se van prendiendo semana a semana, en los cuatro domingos de Adviento