- Jeremías 20,10-23 Libró la vida del pobre de manos de los impíos.
- Romanos 5,12-15 El don no se puede comparar con la caída.
- Mateo 10,26-33 No tengáis miedo a los que matan el cuerpo. Venzo mis miedos porque confío en Dios.
Venzo mis miedos porque confío en Dios
Reflexión:
- Estoy convencido de que la experiencia de Dios tal como se ofrece y comunica en Jesús puede contribuir a conocer la paz y el sosiego, pero esta experiencia es absolutamente personal. Cada uno ha de escuchar la llamada de Jesús: «No tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones».
- Tal vez, lo primero es detenernos en experimentar a Dios sólo como amor. Todo lo que nace de él es amor. De él sólo nos llega vida, paz y bien. Yo me puedo apartar de él y olvidar su amor, pero él no cambia. El cambio se produce sólo en mí. Él nunca deja de amarme.
- Hay algo todavía más conmovedor. Puedo gozar meditando que Dios me ama incondicionalmente, tal como soy. No tengo que ganarme su amor. No tengo que conquistar su corazón. No tengo que cambiar ni crecer ni ser bueno para ser amado por él. Más bien, sabiendo que me ama así, puedo cambiar, crecer y ser mejor.
- Puedo ahora pensar en mi vida. ¿Qué me pide Dios?, ¿qué espera de mí? Sólo que aprenda a amar. No sé en qué circunstancias me puedo encontrar y qué decisiones tendré que tomar, pero Dios sólo espera de mí que ame a las personas y busque su bien, que me ame a mí mismo y me trate bien, que ame la vida y me esfuerce por hacerla siempre más digna y más humana para todos. Que sea sensible al amor. Amando acertaré.
- Hay algo que no debo olvidar. Nunca estaré solo. Todos «vivimos, nos movemos y existimos» en Dios. El será siempre esa presencia comprensiva y exigente que necesito, esa mano fuerte que me sostendrá en la debilidad, esa luz que me guiará por sus caminos. Él me invitará siempre a caminar y decir «Sí» a la vida. Un día, cuando termine mi peregrinación por este mundo, conoceré junto a Dios la paz y el descanso, la vida y la libertad.