- Hech. 2,1-11. Se llenaron todos del Espíritu santo y empezaron a hablar.
- I Cor. 12,3-7.12-13. Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.
- Jn.20,19-23. Como el Padre me ha enviado, os envío yo. Recibid el E.S.
Reflexión
Recibir el Espíritu Santo (Cf. Jn 20, 22) es recibir su fuerza, su vigor y su impulso. Es entrar en comunión con el mismo Espíritu que desde los comienzos del mundo crea, engendra y alienta la vida nueva y que reclama de nosotros, la Iglesia, una acción creativa, fecunda y dinámica.
- Crea. El Espíritu está presente en la obra creadora del cosmos (Cf. Gen 1,2) y de manera especial en la creación del ser humano. Al Divino Alfarero no le bastó con modelarlo del barro de la tierra; le «insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo» (Gen 2, 7). El Espíritu dota de vida a una creación recién inaugurada, que sin su soplo permanecería como materia inerte; y al ser humano, que sin su aliento vital seguiría siendo figurilla de barro y no carne viva.
- Engendra. María, por obra del Espíritu Santo, engendra en su seno virginal a Jesús, el Cristo, (Cf. Lc 1, 35) y lo acompañará en su ministerio desde el bautismo (Cf. Jn 1, 32) hasta la ascensión (Lc 24, 49) pasando por la cruz (Cf. Jn 20, 20). Ese mismo Espíritu sigue engendrando y acompañando hoy, en el seno de la Iglesia, nuevos hijos por medio de la fe y los sacramentos. Todos los que ponemos rostro a la Iglesia debemos colaborar para hacer de ella una madre fecunda que acoge y genera vida; eso pasa por abrirnos al Espíritu
- Alienta. El Espíritu se representa a veces como un soplo fresco y esperanzado (Jn 20, 22) y a veces como un viento huracanado capaz de remover los cimientos de la propia existencia (Hch 2, 2). Estas bellas imágenes nos recuerdan que «una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora» (EG 261). El Espíritu sigue soplando hoy sobre su Iglesia y sobre los discípulos para alentarlos a anunciar la Buena Nueva con fervor misionero, con alegría contagiosa, con generosidad desmedida y con audacia evangélica. Renovemos nuestra docilidad al Espíritu para que Él realice hoy, en el corazón de los fieles, aquellas maravillas que se dignó hacer en los comienzos de la predicación evangélica