- Primeras lecturas: Gén. 1,1-,2.; Ex. 14,15-15,1; Is. 55,1-11
- Rom. 6,3-11. Cristo una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
- Lc. 24,1-12. ¡Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Reflexión:
- Ante lo evidente, es decir, frente al fracaso y la muerte que celebramos el viernes, se ha impuesto la vida, lo que trasciende, tan real como lo que vemos, y, sin embargo, no perceptible a nuestros ojos.
- Los seres humanos decimos que “existe” todo aquello que percibimos por nuestros sentidos; decimos que existe lo que vemos, lo que oímos, lo que olemos, lo que gustamos o tocamos; pero, no obstante, esas realidades a las que llamamos materiales no agotan nuestra existencia.
- Y el que no sean evidentes no los hace inexistentes. Es a este orden de realidades que llamamos espirituales al que pertenece el misterio que hoy celebramos: LA RESURRECCIÓN. Lo evidente fue el juicio, la condena, la cruz, la muerte ignominiosa, pero lo cierto es EL TRIUNFO, LA PROMESA CUMPLIDA, LA VIDA PARA SIEMPRE. Porque el amor se propone, no se impone; no es decreto ley, es dádiva, donación de sí. No podía morir para siempre el que en el caos dio origen a la vida insuflándola con su Espíritu.
- Era sólo cuestión de sumergirse para surgir victorioso. La única condición: LA CONFIANZA. Atrás quedó la tragedia de la cruz, las ataduras de la sepultura, el frío sepulcro. «No busquéis entre los muertos al que está vivo, no está aquí, HA RESUCITADO».
- Por tanto, lo que no es evidente, aunque si existente, ha de ser creído para que afecte la vida más allá de la muerte. Por eso, como las mujeres, como Pedro, como los demás apóstoles, como los que fueron convirtiéndose por su predicación y los que se han sumado a través de los siglos, también nosotros hemos de hacer el camino que lleva de la tumba de lo evidente (muerte, enfermedad, frustración, fracaso, pérdida, decepción), a lo que verdaderamente es certero: la Vida otra, que surge de la fe-confianza, que pide sumergirse para morir a la omnipotencia narcisista del poder, la gloria y la fama, y así resucitar a la vida-ofrenda, la de vivir para los demás.
- Escuchemos a Dios, seamos dóciles a su Espíritu, alimentémonos de su Palabra, comamos su cuerpo, así habremos muerto al pecado para vivir a la vida nueva en Él.
¡Feliz Pascua de Resurrección!