Domingo 21 de julio de 2019 – XVIº del T.O. – Sin escucha no hay fe

Marta y María con Jesús
Marta y María con Jesús
  1. Gén. 18, 1-10: No pases de largo frente a tu siervo.
  2. Col. 1,24-28: Completar en mi carne los dolores de Cristo.
  3. Lc. 10-38-42: María ha escogido la parte mejor. Marta lo recibió en su casa.

 

Hoja litúrgica

 

Reflexión:

  • ¿MÍSTICA O MISTIFICACIÓN?  No es siempre es fácil valorar lo que representa la New Age en la historia de la religiosidad. La New Age ha supuesto, entre otras cosas, la atención y el aprecio de las llamadas «energías», un ámbito desconocido para la cultura cristiana y para la medicina o psicología occidental. La incorporación de este tipo de conocimientos puede significar un avance en el conocimiento de lo real pero no hay que minusvalorar un grave riesgo: reducirlo todo a técnicas de equilibrio y bienestar interior sin comprometerse en una transformación o conversión de la persona.
  • Otro rasgo de la nueva religiosidad es la sacralización de la experiencia personal: ella es el criterio último para verificar lo auténtico y verdadero. La nueva religiosidad encierra el riesgo de convertirse en «un consumismo de novedades que no transforman a la persona, sino que simplemente la entretienen». Para los cristianos, uno de los criterios más importantes de toda vida religiosa es la apertura a Dios y la acogida fiel de su Palabra transformadora. En el relato evangélico, Jesús alaba y reafirma la actitud de María que sabe escuchar con atención el mensaje del Enviado de Dios. Ha escogido «la parte mejor», la única «necesaria» para vivir sinceramente ante Dios.
  • UNA COSA NECESARIA. María ha escogido la mejor parte. Cuánto bien podría hacernos a todos, las palabras de Jesús alabando la actitud de escucha de María, sentada serenamente a sus pies. Son palabras que nos deben hacer pensar: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas. Sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte».
  • El hombre actual necesita aprender el arte de escuchar. Necesitamos hacer silencio, curarnos de tanta prisa, detenernos despacio en nuestro interior, escuchar la llamada silenciosa de Dios. No se trata de buscar el silencio por el silencio, sino de reencontrarnos a nosotros mismos, enraizarnos más sinceramente en nuestro ser, y, sobre todo, escuchar al que es la fuente de la vida.
  • Con frecuencia, nuestra oración está tan llena de nuestras peticiones, Y, sin embargo, lo que cambia el corazón del hombre y lo renueva es la comunicación con ese Dios Viviente. Descubrir en lo más profundo de mí, allí donde yo estoy solo y donde ningún otro puede penetrar la paz, la reconciliación y la ternura de ese Dios que me ama tal como soy.