Domingo 1 de septiembre de 2019 – XXIIº del T.O. – Sin esperar nada a cambio

Comida con fariseos
Comida con fariseos
  1. Eclo. 3,19-21.30-31. Humíllate y así alcanzarás el favor del Señor.
  2. Hbr. 12,18-19.22-24. Vosotros os habéis acercado al monte Sión.
  3. Lc. 14,1.7-14. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.  

 

Hoja litúrgica

La sabiduría  de preguntarnos

 

Reflexión:

  • La puerta pequeña. La “puerta” del Reino de Dios es la puerta que nos lleva a lo que Dios quiere para nosotros, que es la felicidad. Y es una puerta estrecha, como vimos el domingo pasado. Pero, además de estrecha, es pequeña. En la vida no nos basta con ser simplemente humanos. Necesitamos añadirle “cosas” a lo que somos para engrandecer la poca cosa que somos como seres humanos, todos iguales. Es muy bello el poema de Unamuno ante esa puerta pequeña del Reino: “agranda la puerta, Padre / porque no puedo pasar. / La hiciste para los niños, / yo he crecido a mi pesar. / Si no me agrandas la puerta, / achícame, por piedad; / vuélveme a la edad aquella / en que vivir es soñar”. 
  • Jesús compara el Reino de Dios con un banquete. La vida, además de ser “el gran teatro del mundo”, es un banquete.  En ese banquete no entran las medallas ni los títulos, ni nadie que diga a otro “Usted no sabe con quién está hablando” … La humildad no es otra cosa que la verdad de lo que somos como seres humanos: personas, todas iguales en ser y en dignidad. 
  • La opción por los pobres. Pero Jesús va más allá de la humildad. Además de la puerta pequeña de la humildad, el Reino de Dios no es algo que puede comprarse o venderse. El amor no es mercancía. Por eso, la actitud humana no puede ser la de dar para poder recibir sino sólo la de dar. En esto Jesús es muy firme: el amor de Dios (y de los demás) no se compra a base de méritos y “buenas obras”. El amor de Dios es únicamente regalo y así se recibe, como algo sorprendentemente no “merecido”. 
  • En el banquete de la vida, que es el banquete del Reino, sólo se entra gratis. Y nadie puede vivir más gratuitamente que los que no pueden pagarte: los pobres. A ésos es a quienes hay que invitar a la vida. De ahí la “opción preferencial por los pobres” como opción de la Iglesia: de todos nosotros. 
  • De Ignacio de Loyola vienen unas palabras muy importantes: “La amistad con los pobres nos hace amigos de Dios”. La “gratuidad” que Jesús nos pone delante de los ojos es hermana de la solidaridad. Y ambas, hermanas de la humildad, porque todos –ricos y pobres- somos iguales. Y si no lo somos, habrá que comprometerse para que lo seamos.