Domingo 10 de mayo de 2020 – Vº Domingo de Pascua – Saber de dónde viene

  1. Hech.6,1-7. Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo.
  2. I TP. 2,4-9. Vosotros sois un linaje escogido, un sacerdocio real.
  3. Jn.14,1-12. Yo soy el camino, la verdad y la vida

 

Hoja litúrgica

La fiesta del encuentro en… el camino de la vida

 

Reflexión:

  • Los catecismos suelen hablar de algunas «notas» o atributos que caracterizan a la verdadera Iglesia de Cristo. Como confesamos en el credo, la Iglesia de Cristo es «una, santa, católica y apostólica». Ciertamente, no podríamos reconocerla en una Iglesia de comunidades enfrentadas, donde predominara la injusticia, se excluyera a los demás y se abandonara la fe inicial predicada por los apóstoles.
  • Pero hay algo que es previo y no hemos de olvidar. Una Iglesia verdadera es, ante todo, una Iglesia que «se parece» a Jesús. Si no tiene algún parecido con él, en esa misma medida estamos dejando de ser su Iglesia, por mucho que sigamos repitiendo que pertenecemos a una Iglesia santa, católica y apostólica.
  • Parecerse a Jesús significa reproducir hoy su estilo de vida y su manera de ser; encamarse en la vida real de la gente como se encamaba él; despertar en el corazón de las personas confianza en Dios y, sobre todo, amar como amaba él. Lo dice Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». La manera de caminar hacia el Padre es seguir sus huellas.
  • A la Iglesia se le nota que es de Jesús si se preocupa de los que sufren, si se arriesga a perder prestigio y seguridad por defender la causa de los últimos, si ama por encima de todo a los desvalidos. Si queremos a la Iglesia hemos de preocuparnos de que en ella y desde ella se ame a la gente como la amaba Jesús.
  • Una Iglesia donde se quiere a las personas y se busca una vida más digna y dichosa para todos «se hace notar» en el mundo de hoy porque eso es precisamente lo que más falta en el mundo: en las relaciones entre pueblos ricos y pobres, en la economía controlada por los poderosos, en la sociedad dominada por los fuertes.
  • Por otra parte, sólo así se hace la Iglesia creíble. Si no sabemos reproducir hoy el amor de Jesús, es inútil que tratemos de hacemos creíbles por otros medios. Se verá que somos como todos: incapaces de regimos sólo por el amor compasivo. No seremos «Iglesia de Jesús» pues nos faltará el rasgo que mejor lo caracterizó a él. Jesús habrá dejado de ser para nosotros «el camino, la verdad y la vida».