- Hech. 9,26-31. Les contó cómo había visto al señor en el camino.
- I Jn. 3,18-24. Est es su mandamiento: que creamos y que amemos
- Jn.15,1-8. El que permanece en mí da fruto abundante.
…cuando permanecemos en resistencia y fidelidad
Reflexión:
- El lenguaje de la parábola de la vid y los sarmientos está presidido por el término permanecer, estar asentado largo tiempo en el mismo lugar. El término permanecer es opuesto a la frivolidad de esta sociedad líquida, que rechaza lo definitivo y convierte la verdad en provisional.
- Desde esta primera reflexión vemos que lo que pide el Señor mediante la parábola es algo más que el seguimiento: convertirse en miembro suyo, en sarmiento inseparable de la Viña. Vivir en ella el tiempo de poda para dar fruto. Y esa permanencia como miembro solamente es posible si amamos de verdad y con obras. De verdad: entregando el corazón, no solo soñando o sintiendo. Con obras: comprometiendo la persona para humanizar nuestro mundo. Cuando se vive la comunión con los hermanos en Iglesia, la vida circula, los sarmientos fructifican como miembros del Cuerpo.
- En la primera lectura vemos a un sarmiento injertado por sorpresa en el Cuerpo del Señor, injertado, pero podado una y otra vez dolorosamente hasta dar todo el fruto que Jesús esperaba de él. Se trata de Pablo. Converso fogoso, perseguido por sus antiguos correligionarios y rechazado por los ahora hermanos. Dios le pone al lado un apoyo que le sostiene, Bernabé. Este le presenta y avala ante los apóstoles de Jerusalén, le busca y saca de Tarso, su pueblo, para llevarle a Antioquía e integrarle en aquella iglesia; luego le acoge como compañero de misión y Pablo se abre totalmente a la gentilidad. Y si él ha sido podado con cárceles, palizas, rechazos, Bernabé sufre otro tipo de poda no menos dolorosa: pasa a un segundo término, casi al anonimato, ante la fama y éxito de su antiguo protegido. Aquellas podas dieron una iglesia universal y sin fronteras. Gran cosecha de la Viña del Señor.
- ¿Y hoy? La Palabra de Dios es una interpelación a nuestra vida actual a nuestro hoy. La inseguridad se adueña de la sociedad: ¿hasta cuándo la pandemia y sus efectos íntimos y sociales? En esa situación miramos al Señor y recibimos un primer aviso: ¡permaneced! No cedáis a la tentación de huir, de cerrar los ojos, de desconfiar de Dios. Preguntaos: ¿qué bienes pretende sembrar el Señor en este invierno de la vida? De él nunca procede el mal y, por otro lado, su respeto a la naturaleza y sobre todo a la libertad del hombre, le impide violentar los procesos. ¿Aprovecho este tiempo para madurar en la fe, robustecer la esperanza y crecer en el amor? ¿Estoy relativizando lo que no es esencial y que ahora se ve con más claridad: ¿la codicia de dinero, la búsqueda de imagen y de éxito social?